lunes, 2 de julio de 2007


El fenómeno de los incendios forestales se ha convertido en uno de los mayores problemas ecológicos que sufren nuestros montes debido a la elevada frecuencia e intensidad que ha adquirido en las últimas décadas.
El fuego es un elemento natural que forma parte de los fenómenos que modelan el paisaje. Especialmente en los ambientes mediterráneos debemos admitir que el fuego es un incómodo compañero de viaje con el que hay que convivir. Precisamente, gran parte de nuestra vegetación está adaptada a la acción del fuego, con estrategias rebrotadoras o de germinación tras el incendio.Pero la actual situación no tiene nada que ver con fenómenos naturales. La intensidad y recurrencia de los incendios forestales está teniendo efectos dramáticos sobre nuestro suelo, con efectos irreversibles en algunos casos. El fuego reiterado provoca una merma en la capacidad de la vegetación para recolonizar el terreno o tapizar el suelo. Las elevadas pendientes aumentan además la erosión generando suelos cada vez menos productivos. Avenidas, inundaciones, colmatación de embalses y desertificación son consecuencia del paso repetido del fuego por nuestros ecosistemas.A la luz de las actuales cifras de incendios hay que reconocer que algo se ha ido de las manos. La situación en la década de los 90 ilustra la profundidad y gravedad del problema: entre 1990 y 1999 se produjeron 181.051 incendios forestales (unos 18.000 al año) en los que 652.492 hectáreas de superficie arbolada fueron destruidas por los incendios forestales y a ellas hay que añadir 946.916 de superficie forestal no arbolada.En lo que llevamos de siglo XXI la tendencia se mantiene y así, en 2004, y según datos del Ministerio de Medio Ambiente, los conatos de incendio (incendios de menos de 1 hectárea) fueron 14.109 y como incendios mayores se contabilizaron 7.267. Ardieron 56.147 hectáreas de superficie arbolada y 72.856 de superficie forestal no arbolada (matorral, monte bajo y herbácea). A la vista de estos datos es necesario recordar que el 95% de estos incendios son originados por la actividad del ser humano.La actual magnitud del fenómeno de los incendios forestales se debe a factores estructurales importantes, entre los que destacan:El abandono drástico de las actividades agrosilvopastorales que se ha producido en apenas cuarenta años debido al éxodo rural, con un incremento de la biomasa en los ecosistemas que los hace fácilmente combustibles La permanencia de la cultura del fuego (quema de rastrojos y pastos) en una parte importante de la población rural.La lucha contra los incendios forestales se ha centrado casi exclusivamente en la extinción, olvidando la prevención y una correcta planificación forestal, enmarcada en una buena ordenación del territorio. Pero lo cierto es que en la actualidad las mayores inversiones en materia forestal están destinadas a la extinción de incendios, la construcción de infraestructuras asociadas a éstos: red de cortafuegos, red de pistas forestales, puntos de agua, etc. y reforestación de terrenos incendiados. Es decir, que si existe algún negocio floreciente en torno a los bosques, éste está asociado a apagar incendios y repoblar zonas quemadas.Pero la investigación y el combate de las causas no han sido objeto hasta hoy de la atención de las autoridades. Si hay responsables hay que identificarlos, analizar las causas que les inducen a provocarlos y plantear soluciones. Éstas pasan necesariamente por el establecimiento de una gestión forestal preventiva y la definitiva aceptación de que, tras los incendios forestales, existe una compleja madeja de problemas sociales, económicos y de gestión que invitan a huir de planteamientos simplistas y recetas mágicas. En tanto no se empiece a desliar esta madeja, quienes queman nuestros bosques seguirán gozando del privilegio de la impunidad.

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